1.  Introducción.
Cuando quise escribir, no pude.  Miré  la página en blanco treinta segundos con ganas de llorar.  Me sentí  como un idiota, como una farsa.  Una voz me dijo "Sí, imbécil.  De los  mismos autores de 'soy el mejor escritor de mi generación pero todavía  me estoy perfeccionando'.  Esta va a ser tu vida: mirar una pantalla en  blanco, buscando algo que suene medianamente bonito para impresionar  idiotas.  ¿y todo para qué? Para mandar cuenticos a concursos  interdepartamentales y morirse de hambre haciendo traducciones de  fórex".
No me voy a hacer el pendejo.  Introducciones como  "No sabía de dónde venía esa voz... sonaba algo familiar... era  como..." me parecen ridículas.  Sí, se trata de un soliloquio.  Toda mi  vida he hablado solo. Todavía lo hago.  Hablo con los espejos de mi  casa.  Ensayo monólogos frente al espejo de mi baño.  Ensayo amenazas  como Al Pacino en el Taxi Driver de cualquier reflejo.
Quería saber qué sabía esa voz de mí.
2.  Entrevista Conmigo Mismo
-           ¿Vas a comenzar un monólogo?  Qué descortés. Encerrarse de esa forma  para poder revolcarte en tu propia lástima  es, por no decir más,  parafílico.  Lo sabes bien: esas diatribas  solo buscan exacerbar un  existencialismo profundo que no tienes.  Estás NEGANDO la existencia de  tus interlocutores y, a la vez, estás asumiendo un patetismo  histriónico.  Si quieres dar un grito de ayuda, puedo darte razones para  gritar.  Al menos así no te olvidas  que tienes un público.
-          Vete a la mierda.  Estoy escribiendo.
-           Si quieres me puedo poner la piel de esa ex que tanto extrañas.  Es  más.  ¿No has notado cómo mi voz y la suya se parecen?  No es  coincidencia.
-          También suenas como mi papá.  O como ese  profesor de matemáticas que aterrorizaba mi salón de clases.  De hecho,  suenas como yo remedándolos…
-          Tienes talento para  remedar a otros.  Eso se ve en tus cuentos.  Por ejemplo: esto que estás  escribiendo, este… “dialogo” entre dos naturalezas opuestas es casi que  una parodia de Jhonen Vasquez.  El protagonista con una misión, sus  propias voces como conflicto… de hecho, ¿no es eso un ejercicio del  taller de stand-up de Judy Carter?  ¿”Confrontar tu crítico interno” o  algo así?  Si estás tratando de escribir algo a partir de un ejercicio  de creatividad (y perdóname mientras me río en tu cara), no eres muy  distinto a esas banditas de rock de chichinabo que solo tocan blues mal  hecho y escalas pentatónicas.  Mira: si eres capaz de decirme “soy un  fraude”, tal vez pueda ayudarte a escribir algo decente.
-          No estoy haciendo esto por nadie más que por mí.
-           …solo porque no puedes dibujar o hacer música o cocinar.  Aparte de  querer alimentar esa ilusión patética de ser un artista, no veo por qué  estás perdiendo el tiempo.  Esto no es un bloqueo creativo: Es el  deterioro natural de la greda con la que te forjaste esa máscara de  intelectual que llevas usando para justificar tu torpeza social.  Tu  cara creció, tu máscara no y las grietas son vencimiento del material.
-           Porque ninguno de los dos aguanta un concierto de rock de bandas  locales.  Le he perdido gusto al rock.  Sobre todo al rock clásico.  Se  supone que es el origen de todo pero… nunca evolucionó.  Durante los  ochentas, los peores discos fueron los de artistas de los sesentas y los  setentas tratando de no caducar.  No digo que hubiera sido mejor verlos  morir, pero… ¿por qué no desaparecieron como Scott Walker?   Hubiera  sido medianamente digno.  Daría menos asco.
-          Eso no responde mi pregunta.  Podrías estar follando con alguien.
-           ¿Con quién?  Con una de mis ex –novias que tanto me quiere.  Con una de  esas chicas que no saben qué es lo que quieren y buscan en mí un error  lo suficientemente grande como para decir que tocaron fondo y luego  subir a la superficie.  Una de esas chicas que busca un sicólogo y no un  amante.  Una de esas chicas que busca un amante, un novio, un  confidente y un proveedor en cuatro personas distintas.  ¡Espera, tengo  una idea mejor!  ¿Por qué no trato de pasar la noche con esa chica con  la que pasé la noche y fue un fiasco?  Si, la que no hace sino meter la  pata cada vez que habla.  ¡No, no, mejor  aún!  ¿Por qué no vuelvo a  salir con chicas de 18?  Una chica con tendencias suicidas,  plurisexuales, farmacoadictivas y que además tenga mal gusto musical.  O  mejor, que le guste todo lo que amo para que luego lo termine odiando a  muerte.
-          ¡Ajá!  ¡Al fin!  ¡Estamos volviendo a los  viejos hábitos! ¡Eso, infeliz! ¡Revuélcate en tu miseria!  ¡Maldice la  suerte que has tenido y que no te mereces!  ¡Anda, escoria!  ¡Hay que  ser vil y malagradecido cuando se habla del pasado, más si hubo una cama  de por medio!  Sabía que íbamos a llegar a ese punto.  No era sino  tocar ese tema y, tal como lo pensé, salió a relucir esa naturaleza  desagradable.
-          Lo triste es que, de ser cierto todo lo  que dices, solo me estás obedeciendo.  Sé que en este momento quieres  hacer una pregunta retórica y hacerme creer que te sorprende este  hallazgo.  Eres un mecanismo que satisface esa necesidad mía.  Me das  una razón para refugiarme en la autocompasión.   ¿O es que crees que no  reconozco lo cíclico en una depresión?  ¿Crees que no reconozco lo  adictiva que es?
-          Sigue… te escucho…
-           Eres ese espacio entre los dientes que te pide que lo hagas sangrar con  la seda dental.  Ese pequeño dolor deseable que me genera una  cucharadita de endorfinas.  Algo que creé para causarme una molestia.   Quieres que recuerde los malos momentos, los defectos que prefiero  ignorar, mis envidias, mis frustraciones porque sabes que ese dolor  genera un pequeño estímulo.
-          ¿Y qué hago?  ¿Me derrito  como la bruja del Mago de Oz? No… ya sé a qué va esto: Quieres que  trabajemos juntos.  Como soy una parte de ti y todo lo inherente a ti  quiere que sobrevivas y que estés bien (así se manifieste con el odio y  el asco que me generas) entonces quieres que trabajemos por una causa  común o alguna idiotez por el estilo.  ¿De eso se trata?  No me pagas lo  suficientemente bien como para que tenga esa clase de deferencias  contigo.
-          No, solo quería decirte que sé quién eres.
-           Remata esto con un cliché.  Por favor, di: “Eres esa parte de mí de la  que me protege mi conciencia”.  Si fuera una quinceañera y leyera eso,  estaría mojando cuco.  “¡Oh, qué profundo y misterioso!  ¡Es como un  hombre común, pero atormentado por un pasado indescifrable!  ¡Quizá deba  entregarme a él y sus deseos para encontrar respuestas!” Qué puto  payaso…
-          Todo lo vuelves un asunto sexual.  Si quieres  follarme, dímelo.  ¿Es eso?  ¿Te frustra tanto que vivamos en un mismo  cuerpo porque no me puedes follar?  ¿Te frustra porque solo uno de los  dos puede tener acceso a la felicidad, a la tranquilidad, al vacío  mental y a la inocencia de ese momento después de alcanzar un orgasmo?   Lo que me faltaba: cohabito con un solterón medio marica y malgeniado
-          Yo no dije nada.  Estás hablando de ti. Qué pesado tan ególatra.
-          Toqué una fibra sensible.  Se nota.  Ahora suenas como una novia frustrada
-           ¡Tú suenas como una novia frustrada!  ¡No se te olvide que soy una  parte de ti, que no eres ajeno a este debate!  Aprovecho la oportunidad  para decir que, sí, definitivamente sabes a lo que suena una mujer  decepcionada.  Prosigue con tu brillante disertación.
-           No sé con qué derecho me acusas de errores de los que tú no estás  exento.  A nadie le gusta la gente negativa.  A mí no me gusta.  Pero te  encanta sentarte en tu propio podio y hablar mal de todo el mundo.   Nadie te cae bien.  Nadie es lo suficientemente bueno.  Debo aceptar que  en eso estamos de acuerdo.   Pero trato de creer en la bondad humana.
-          ¿Otra forma de torturarte?
-          No.  Es lo más cerca que puedo estar de tener fe.
-          ¿Para qué?
-           Para poder levantarme todos los días sin sentir asco ni odio.  No puedo  ni quiero perdonarlo todo.  Pero, si existe la bondad humana, tal vez  haya algo en mí y no sea tan monstruoso.
-          No lo eres.  Tu problema es que te crees mucho.  ¿Qué daño le puedes hacer a la humanidad?
-          Se están empezando a confundir nuestras voces.
-          Mierda…
-          Eso era lo que quería.
-          Bueno… supongo que quemaste el fusible, te cansaste de darte palo y ahora sonamos como la misma persona.
-          Si.
-          Qué mierda.  Es como la política en Colombia: la oposición no dura un carajo…
-          ¿Será que eso me hace un neurótico a la colombiana?
-          Yo creería que sí…
-          Dejemos esta discusión para luego, ¿vale?
-          Vale.
-          Nos vemos.
-          Suerte. Te cuidas.
-          Lo mismo…
-          Bye..
-          Bye…
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario